Wednesday, January 19, 2005

¿Para qué chingados sirve publicar?

Mucha gente se acerca, en ocasiones, a visitar mi oficina. Columnistas, periodistas, pasquineros en su mayoría, en algunos casos directores de periódicos y en muchos otros de revistas.

Todos llegan con su más reciente producción bajo el brazo, el cuello tenso y el rostro empapado en nerviosismo. Se les comprende, al final de cuentas no vienen sino a garantizar su supervivencia en el mundo de las malas letras mal pagadas; del apoyo institucional que trastorna la objetividad de los escritos; de la mafia en que, al final de cuentas, se ha convertido el periodismo.

Y pocos, muy pocos en realidad, se atreven a lanzarme cada vez que me visitan: “¿Qué te ha pasado muchacho? Tan bueno que eres y no has publicado. ¿Por qué no me mandas algo y lo publicamos?”.

Sonrío. Me desespera la idea de tener que formular una respuesta, pero al final de cuentas procuro tratar con amabilidad el regurgito que me provoca escucharles.

“No te preocupes, algún día te mando algo”. “Pero lo firmas como Ernesto, ¿eh?”

Todavía se creen en posición de imponer.

El caso es que, ya entrando un poco en cosas más serias, me he dado cuenta de lo absurdo que me resulta en este momento el lujo de saberse publicado, cuando jamás se es leído.

Todavía más fatal resulta aquellas personas que ni siquiera buscan el hecho de comunicar algo, tan sólo les entusiasma la idea de que su nombre aparecerá debajo de un titular y podrán presumir: “¿sabes, yo publiqué en una revista activista de izquierda virtual (de nulo presupuesto, deberían acotar)”.

De tal manera, sólo me puedo formular una pregunta.

¿Para qué chingados sirve publicar?

Alzo la vista y observo textos que, con descaro, la gente proclama y, en su propia algarabía, enloquece por presumir su autoría. Malos escritos, aburridos y metódicamente faltos de espíritu, repetitivos totalmente.

¿Cómo le hacen?, pues creo que he encontrado la fórmula secreta para hacer pésima escritura, y dejen a un lado por este momento las leyes gramaticales, de sintaxis y ortografía, que la capacidad de ejercerlas en letras no es sino lo mismo para un pintor que saber preparar su lienzo con pegamento de cola y blanco de españa.

Bueno alumnos, empecemos.

Primero se requiere de tener un lugar donde depositar el asco de escrito que van a iniciar. Puede ser una libreta, la orilla del periódico en la página donde se te ocurrió que podrías ser grande escribiendo, un procesador de textos o (más propio) un rollo de papel higiénico.

Ahora, si lo que quieren es que su escrito, por pésimo sea, “jale”, pues agarran un tema de moda. A como están las cosas en este momento no es difícil tener de donde escoger, y de paso ponerle nuevos títulos a temas tratadísimos: “Tratados Incumplidos de Kyoto, Profecía del Tsunami”, “Bus, El Gringo que Llegó Para Quedarse”; “Videoescándalos, de la Cinta a la Política”.

Bueno, ahora que tengan uno de esos temas (mas tratados por todo el mundo que las vecinas de mi colonia), dedíquense a utilizar los primeros cinco párrafos para describir el hecho que, por si no se habían dado cuenta, López Doriga y Javier Alatorre, ya se dieron a la tarea de contárselo a todo el mundo.

Se trata del famoso “contexto”, que cuando se trata de un tema tan trillado no resulta sino una forma más que idiota de suponer que toda la gente es idiota, o carece de vista, oído y sentido común.

Ya que concluyan la escritura, generalmente la captura, del contexto, viene la parte filosófica de introspección que cada uno debe realizar en sí mismos, para saber qué es lo que su cuerpo siento, cómo reacciona, ante los hechos multicitados.

Se pueden utilizar frases escandalosas “sentí sangrar tristeza de mi alma”, “derramo furia tan sólo en recordarlo”; o frases más o menos normales “me altero de sobremanera”, “me sentí preocupado al respecto”. El que se sea fatalista o no en cuanto al tipo de escritura, no exenta a las personas de ser pésimos escritores.

A estas alturas del texto habrán introducido al lector en la redundancia de un caso que le bombardearon los medios por semanas. Quizá descubra algo nuevo, y si continúa leyendo no es mas que la consecuencia de su curiosidad sembrada por el entorno.

Sin embargo, existe un pequeño porcentaje de lectores que tienen dos neuronas funcionando en la misma sintonía (de entrada se me olvidó decirles: si el lector tiene tres neuronas – caso rarísimo – ni esperen ser leídos, es tan imposible como tratar de hacer volar a cualquier batracio), y para eso es necesario meterle otra ancla más al texto.

El ancla perfecta es la cita, que no es mas que una manera pseudointeligente de reconocer “¿Saben? En realidad ni yo confío en mis propias ideas, por eso necesito supeditar su interés en lo que yo pueda interpretar – pésimamente, acoto – de algún cuate que suene así medio famoso”.

¿Un tip? Esfuércense por encontrar al autor más común que les salte a la memoria, a Antoine de Saint Exupery o Paulo Cohelo; a Carlos Cuauhtémoc Sánchez o J. J. Benítez; o cualquier filósofo de renombre que haya escrito tanto, que la gente ni certeza tendrá. ¡O mejor aún!, ¡invéntese uno! Utilice un nombre así muy extraño como Leonardo de Compostela y Caziñares, el Doctor Muy Shin Gong, o Alberto Cacahuatzin Axolotl

Una vez que la porquería de escrito comience a tomar sazón, es necesario amarrar el sabor uniendo los lazos de la filosofía robada con las pocas ideas que se le ocurran a uno. Al final de cuentas sólo se trata de hablar, así que digan y digan, aunque sea una bola de idioteces, pero sigan diciendo. Escríbanlo pues.

Y dedíquense a incluir historia irrelevantes personales como “vivencias” adoptables a cualquier situación: “la guerra de Irak me recuerda a aquella bronca en la que la tía panchita se quedó sin consomé de borrego porque el tío jonchito se lo había zampado todo...”. estupideces de esa manera pueden ser excelentes a la hora de escribir tarugadas.

Al final, concluyan con una reflexión así muy humanista: “¡¿Hasta dónde hemos llegado?!”, si el artículo tiene un desenlace así medio bizarrón; “Por eso todavía tengo fé en la humanidad”, si el asunto es así como aquellos cuentos de los milagros de diosito bimbo con el que apelmazan mi correo de más basura de la que realmente necesita.

En fin, esa fue la receta para hacer pésima escritura. Seguramente habrá quien me apedree “y bueno, tú para nada eres un chingón”. Y, ok, probablemente la percepción de los demás tengan algo de cierto.

Sin embargo, procuro mantenerme alejado del spotlight que brinda una bombilla sucia que alumbra el cerdo en un puesto de tacos de cabeza.

Tras más de cien noticias firmadas por un servidor ocupantes de la primera posición en un diario de mediana categoría en mi ciudad, y de unas dos mil notas que he escrito en toda mi vida y reproducidas infinidad de veces en todos los medios de este pueblo, realmente no me causa ninguna emoción publicar, MENOS, en cualquier pasquín escrito o virtual de Toluca.

¿Para qué chingados sirve publicar?, ¿qué satisfacción me provoca enterarme de que alguien me integre en un cochino medio?, ¿qué ganas de la gente de leerme pagando lana a lo güey?

Créanme, no le hacemos ningún bien a la ciudadanía llenándola de tanta porquería. Si lo quieren hacer divertido, únanse y yo los conduzco para sumar a los record guiness creando la montaña de basura más grande del mundo. Tan sólo basta el 15 % de los pésimos escritores de Toluca para lograrlo.

1 Comments:

Blogger Enrique said...

Me encontré tu blog de casualidad, pero me dejó muy buen sabor de boca este post.
Sé que lo publicaste hace casi tres años pero no por ello pierde actualidad.
Te comento que yo como periodista, viví lo que comentas.
Uno como reportero principiante muchas veces no busca ni siquiera obtener una remuneración económica, pues tan sólo con ver el nombre publicado en un medio (ya sea en un pasquín) lo deja satisfecho y hasta orgulloso.
El chiste radica en empezar a crecer y poco a poco irse colocando en mejores medios.
Lo triste del asunto radica en aquellos pasquineros que bien mencionas, buscan cobrar la llamada publicidad en las oficinas de comunicación social.
Es patético ver como un periodista (por así clasificar a esos sujetos) ande limosneando para conseguir unos pesos de apoyo a su medio.
Te mando un saludo y una felicitación.
Enrique Morán.

January 4, 2008 at 9:13 PM  

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