Saturday, January 15, 2005

Cuerpo vs Conciente: La Batalla por No Perder la Razón

Me cuesta un poco aceptarlo, porque hacerlo al final de cuentas lleva implícito cierto sentido de abnegación asumida a esta altura de los hechos, pero lo haré.

El caso es que, motivado por la confluencia de hechos extraordinarios en mi persona, me atrevo a escribir sobre aquel momento tan particular de los seres humanos cuando se percatan de que otra persona, generalmente del sexo adyacente (se me hace una barbaridad decir sexo opuesto), esta ahí, frente de ti, aún y cuando no esté presente.

¿Cómo sucede? Es demasiado complicado en realidad. No es metódico pero sí sigue ciertos ritmos, ciertas cadencias que danzan desequilibrando los sentidos hasta sumergirnos en lo que Freud considera un estado alterado del conciente, esquizoparanoide él dice a lo que normalmente se conoce como enamoramiento (sí, si resulta demasiado ordinario como para escribirlo aquí, pero ni modo, de eso se trata el texto y yo decido que palabras utilizar).

El asunto es que, para descubrir que alguien resulta trascendente en ti, no es necesario resolver test en revistas o catálogos, ni mucho menos asistir a un consejero espiritual – los gurús están demasiado pasados de moda –, tan sólo déjate guiar por tus sentidos y serán ellos los que decidan qué es lo que tu ser busca, o qué es lo que quiere encontrar.

¿Cómo es eso? Fíjate en tu mirada, mas bien, percátate de qué es lo que quiere mirar tu vista.

Involucra si tu gustas un ambiente cualquiera, pero si esa persona se encuentra a tu alrededor, te darás cuenta de que tus ojos como que no pueden mirar a otro lado, sencillamente parecen descansar en el rostro de la indicada.

Y es muy curioso el magnetismo que provoca, porque realmente lo provoca así: magnético. En aquellos momentos en que estas platicando tan a gusto y de repente te das cuenta de su vista, y como que tu razón te ordena dirigir la atención a otro lado, pero tus rebeldes pupilas deciden traicionar a la lógica y depositan su objetivo en su sonrisa. ¿Y tu? Sonríes.

Ahora, es necesario darse cuenta de las mejillas que, al saberse traicionada la lógica por las pupilas, inicia cierto desencadenamiento de vasos capilares hasta ruborizar por completo el rostro del pobre desafortunado. Se requiere de todo un repertorio de recursos sociales y relacionales para poder afrontar y superar con éxito tal bochorno físico.

Las manos como que tiemblan. Una vez que la satisfacción visual arrasó con la lógica del individuo, crece la bella inconsciencia que indica al indiciado una serie de posibilidades físicas que serían realidades de no existir ni el pudor ni los modales.

Las palmas se enteran de todo ello, y comienzan a inquietarse molestando a los dedos, que exasperados golpean repetidamente, uno tras otro, la mesa barnizada en un caótico tamborileo que debe de ser puntualmente corregido, o al menos apagado con un apretón mutuo de las manos izquierda y derecha del sujeto en cuestión.

De repente. al andar también el cuerpo traiciona a las neuronas y se ladea un poco el caminar, aproximándose a donde quiere llegar. Sobre todo si se camina a un lado de aquella persona especial, parece ser que el mundo no es lo suficientemente grande como para caminar separados y tus pies deciden tomar un rumbo cerca de ella, de aquella fragancia que disfruta tu nariz, del sonido melódico de su risa, o del candor que emite su cuerpo ante la proximidad del propio.

Esas cosas se disfrutan, ciertamente. Sin embargo si aún no te has percatado de que aquellas reacciones tienen un sentido, y ese sentido una razón, es hora de visitar al neurólogo. Es de locos no asumir tan divina cantidad de placeres, y es de idiotas no intentar merecerse otros.

En mi caso, excesivamente particular, me he alejado de la locura y parece interesarme aquel mundo de la idiotez. Mientras mas le veo, menos me entiendo y más sonrío. He de suponer que las consecuencias de la sintomatología que presento serán de conocimiento mío en un futuro no muy lejano.

O al menos eso espero yo.

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