Thursday, December 23, 2004

Oda a un teclado.

Apostado todavía espero a que paulatinamente vaya haciendo efecto la ampicilina que me acabo de recetar hace unos minutos.

Escucho a Eros Ramazzotti “se bastasse una canzone”. Escucho a la lavadora llenándose y al tambor de la secadora dar vueltas.

Escucho, obviamente, a mis curiosillos dedos dar golpecitos rítmicos, continuos y melódicos en mi super teclado.

¿Platiqué alguna vez sobre las cosas que le han pasado a este teclado?

La más graciosa, sin duda, aquella vez del cereal con leche, que tuvo la delicadeza de verterse completamente encima suyo.

El sol se encargó de repararlo.

A eso se le suman mil caídas, mil mudanzas. Mil maneras en que he escrito con el. Parado, acostado, sentado. Incluso estoy seguro de haber escrito dormido.

Lo domino y me domina, existe una especie de sintonía entre nosotros, una simbiosis de hecho. Mientras yo quiero decir algo, él quiere que lo escriba con el. Mis dedos creo que ya se hicieron a su forma, se adecuaron a su orden.

Si examinamos muy minuciosamente en cada tecla de este, mi teclado, muy probablemente encontraremos estampadas las huellas dactilares de los escasos cinco dedos que llego a utilizar para escribir.

El mouse no es tan importante, a ese ya no lo tolero. Pero este teclado, caray con el condenado teclado. Le quiero mucho.

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