Thursday, December 23, 2004

Karina, el Hecho.

No recordaba sus ojos, ese par de destellos que centran su curiosa atención en tus ojos cuando la miras directamente. Cara a cara.

No pudimos ir a comer, mi jefe me pidió que me quedara en la oficina hasta tarde el domingo, y accedí tranquilamente a ello. Sin dificultad alguna.

Le hablé, y prometí ir al menos a saludarla un momento. Ese momento fue una hora de platicarnos la vida, buen trueque por cinco años que nos debíamos de actualizaciones.

Y no recordaba su mirada, y en realidad tenía tiempo que no veía una mirada tan, tan así como la de ella.

Tiene tranquilidad, una tranquilidad alegre como si estuviera a punto de jugar una broma. Sus pequeños ojos son perfectos, brillantes y perfectos, quizá cansados pero con el ánimo de seguir jugando.

Y ella cuenta que sigue su vida, intentó infructuosamente un divorcio por 8 mil pesos que no quiso pagar su aún esposo. El asunto sigue pendiente, ya ni siquiera como un acuerdo voluntario. Ahora bajo proceso.

Lamentamos por un momento ello, aunque sé que ella lo lamenta más. Sin embargo, dedica orgullosa su vida al cuidado de Allyson, su hija, que el 3 de julio cumple cinco años, además.

Y lo platica con la cabeza en alto, y sabiendo la gran empresa que le cuesta, y que le seguirá costando, mantenerse independiente y trabajadora.

Es una mujer dedicada, de eso puedo dar fe. Y además aguerrida.

Me dio tanto gusto verla. Quizá una especie de melancolía podría arrebatarme el gusto que hoy disfruto, pero si ella no tiene nada que lamentar, mucho menos tendría que ser preocupación mía hacerlo.



“Karina y Michel”, es la única mujer con la que he escrito tan ridículo letrerito. Pero, es tierno en verdad.

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