Thursday, December 23, 2004

Tampico

Una vez que llegue, ¿qué haré?

Bueno, buscar algún puestecillo donde vendan bocoles. Eso sería la primera tarea que tendría; tarea obligatoria, sea mi rol el de turista chilango perdido en provincia, o el de enamorado obsesivo, melancólico masoquista.

Si me la tiro en turista chilango perdido en provincia, obviamente viajaría en avión, buscaré un hotel. Algo cómodo, algo cinco estrellas que esté a pie de la playa.

Estaría seguramente con algunos amigos, y si voy sólo pues sólo me lanzaría a algún antro de por ahí. Bailaría y tomaría unos tragos de buen whiskey para disfrutar la noche.

Al otro día buscaría algún lugar en donde pescar. Me olvidaría de todo y me adentraría al mar, observando las toninas sin tener más contexto de ellas más que su condición de mamíferas acuíferas tampiqueñas.

Quizá logre un affair, uno nunca sabe.

Así siendo las cosas, acabaría con otra tampiqueña más. ¿Qué digo otra?!, con una tampiqueña, porque en mi turista chilanga y perdida memoria, no habría yo tenido jamás pasado con ninguna jaiba.




Si fuera el otro caso, de enamorado obsesivo, melancólico masoquista, y pendejo agregaría yo, seguramente iría en autobús.

Buscaría el hotel más barato que haya podido encontrar, con servicio de computadora claro está.

Y saldría y recorrería las calles del centro de Tampico. Averiguando cosas sobre algún fantasma que me significara pleitesía y eterna adoración. Recorriendo restaurantes, sentándome sin hacer nada en la plazuela de alguna escuela. Escuela de lenguas, claro está.

Regresaría a mi habitación anotando y revisando cada uno de los detalles de mi minucioso estudio antropológico, social y urbanístico del puerto jaibo. Buscaría Mc Donalds y teatros.

Y caminaría, cavilando, recordando. Reviviendo anécdotas que jamás viví, pensando en hipotéticos que jamás sucederán.

Derramando lágrimas que jamás derramé, bebiéndome un ridículo pero significativo vaso de Tequila Sunrise, obviamente servido por mis manos con algún par de dedos de Don Julio, añejo por favor.

Tomando todas las fotografías que debí haber tomado quizá hace un par de años. Y que en ese entonces retratarían felicidad, prosperidad. Retratarían amor, si es que no existe una palabra que mejor defina lo que captaría aquel aparato.

Pero, en realidad tomarán pedacitos de locura que iré acumulando en fríos álbumes, que en su frialdad y soledad extrañarán alguna sonrisa perlada. Piel morena no habrá.

Iría a alguna casa en alguna colonia con algún nombre de algún asunto medio extranjero.

Me pararía en frente, colocaría el tripié.

Pondría el programador de la cámara. Cuento con 25 segundos. En ese entonces daría tres vueltas al tripié. Certificaría que no hubiese nadie que llegara a estropear la escena, pondría mi mejor cara y disparará el programador.

Flashssssshhhhhhh





Acto seguido...


Gritos y escobazos.

“¡Lárgate Loco!”

0 Comments:

Post a Comment

<< Home