Sunday, January 09, 2005

Efectos postraumáticos

Tengo, he tenido mas bien, cierta ansiedad por algunas situaciones desde hace ya algunos pares de meses.

Poco a poco mi ansiedad fue disminuyendo, hasta que vi (por idiota, lo admito) alguna película que me hizo recordar el origen de la alteración al estado de mi consciente y subconsciente, hasta otro mes más en el que mi mente descansó aquel efecto postraumático y volví a la tranquilidad.

Y después me fui de vacaciones, tal y como los pocos lectores de este burócrata escritor han podido constatar, y el asunto fue totalmente olvidado.

Pero, cuando regresé: ¡sorpresa!

Un tsunami con olas de entre 5 y 20 metros arrasaron un lugar dek que apenas si sabía de su existencia, y con ello regresa el terror de mi ansiedad...

En algunas vacaciones pasadas, por aquellas épocas veraniegas cuando florecen los más delicados pétalos en intensos y coloridos paisajes, y hasta las iguanas descansan el apacible calor en las sombras más oscuras de la selva oaxaqueña, cuando súbitamente me encuentro en medio de agua rodeado por sal y alejado a varios cientos de metros de la costa, sin alternativa ni capacidad propia para regresar.

El recuerdo del agua rugiendo a mi alrededor y la búsqueda incesante del fondo por el aquí escritor, me causó bastante desconcierto por varios días mas. El tequila no fue suficiente para ahogar este recuerdo.

El caso es que me causó tamaño trauma que a la fecha no lo he podido olvidar. Y tiemblo de pensar en ello.

Entonces, voy a Morelia, descanso en tierra firme y digo “ahora sí, las próximas tocan en playita de nuez”. Yo y mis guarines anhelos se detuvieron cuando al regreso observo semejante arrastre de agua, transexuales tailandeses y lodo en todas las noticias, a todas horas y en todo canal.

No he podido descansar sin la angustia del agua de nuevo. He decidido pisar firme por un buen rato, y si visito una playa jamás será de nuevo en el océano pacífico, donde he investigado y existe la confluencia de al menos cuatro placas tectónicas que se hunden unas debajo de las otras, incrementando la posibilidad de producir movimientos telúricos trepitatorios, causa indudable de los mentados tsunamis.

Adiós Acapulco, adiós Oaxaca, adios Cabo San Lucas (jamás he ido, pero por si las moscas adiós).

Prometo volver cuando mi par de testículos no se escondan en mi tiroides cada vez que alguien mencione la palabra “ola”.

Porque tan solo con esa palabra, esa mendiga palabrita, es que he definido al 2004 como un buen año, un año perfecto, para odiar el mar.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home